Banco de piedra.




Le llamamos “el interior” a los pueblos o ciudades chicas del país que no entran dentro de las ciudades de referencia.
Hay pueblos del interior del país y más precisamente del interior de cada provincia. De lo que puedo hablar es del interior de la Provincia de Buenos Aires.
La riqueza del interior de esta provincia es algo de lo que a veces se habla, pero que pocos conocen o reconocen, porque aunque sabemos que Argentina no es Buenos Aires, si un extranjero quiere venir a conocer el país, no va a otro lado. Y no sólo los turistas que vienen de paseo y se van, también pasa eso con los inmigrantes, que llegan continuamente de a miles y terminan apiñados malamente en la ciudad de la furia, cuando podrían vivir muchísimo mejor en el apacible interior.
Precisamente en el interior de la provincia, lindando con la provincia de La Pampa hay un pueblo, llamado Salliqueló. Perdón, a los salliquelenses no les gusta que le digan pueblo, sino ciudad.
En esa ciudad pueblerina no hay nada que llame la atención de un habitante de una gran ciudad. Las virtudes del lugar no se aprecian en una postal. 
El paisaje es de campo por los 4 costados, sin ríos ni lagunas. Es un entorno aburrido, a no ser que uno sea una vaca. Pero los colores cambian según la temporada, de verde claro a oscuro, de dorado del trigo maduro a brillante amarillo de los girasoles y hasta violeta o azul de la floración de los campos de alfalfa. Hasta los pastizales silvestres tienen su temporada de esplendor donde son dignos de un cuadro.
Dentro del casco urbano habitan personajes muy variados, desde dueños de los campos, que por el mérito de haber heredado algunas tierras viven con mucho lujo, dando órdenes a los empleados que hacen producir ese campo y se llevan sólo lo suficiente para vivir en una clase media algo empobrecida, pero que a su vez dan trabajo a la clase más baja, formada por empleadas domésticas y los que viven de changas. Pero no hay indigentes. El que peor vive en el interior la pasa mucho mejor que cualquier pobre de ciudad.
Toda ciudad del interior tiene una plaza, que marca el centro de su urbanización y en reglas generales se puede reflejar en su cuidado, el estado de su gobierno municipal.
La plaza de Salliqueló siempre fue una de las más cuidadas y prolijas. No tiene fuentes, no hay desniveles, ni grandes monumentos. En el centro un mástil sobre un cuadrilátero de mampostería y escalones de granito donde suben y bajan, corren a su alrededor y juegan los más chicos. Dentro de un gran círculo de baldosas, con algunos bancos y caminos de polvo de ladrillo, entre los grandes canteros que son la estrella de la plaza. Árboles añejos, rosales y flores de estación que dan la vista a la plaza.
En uno de esos caminos secundarios, un banco de piedra, muy viejo que no es feo, pero que desentona con el resto de los bancos que son de metal y madera.
Cuando vine por primera vez a este pueblo, perdón, ciudad, pasé obligado por el centro de esta plaza cruzándola en diagonal. Caminaba desde la estación de trenes, hasta el museo que me llamó la atención. Como tenía que hacer tiempo, entré a curiosear.
Puntas de flecha, trozos de piedra con grafos y hasta un fósil de criptodonte están alojados en la parte que menos se recorre de este museo, porque los que entran suelen ir a ver los recuerdos históricos de los primeros pobladores buscando ancestros en las fotos para señalarlos orgullosos.
-¿Tiene para mucho? - dijo una mujer muy vieja, que resultó ser la encargada del museo.
-¿Perdón?-  respondí sorprendido y a la vez intrigado, por si era a mi a quién hablaba, aunque era el único vivo ahí además de ella.
-Pregunto si tiene para mucho porque tengo que salir a hacer algunas cosas. Dijo la mujer muy poco cordial con visible ironía.
-No, estaba haciendo tiempo nada más, ya me voy- dije mientras salía de mi primer y última visita a un museo al que nadie concurre y comenzaba a entender por qué. Sorprendido y un poco humillado volví a pasar por la plaza y me senté en el banco de piedra mientras masticaba la desazón de haber sido prácticamente echado del museo.
-Pero qué vieja de mierda.- dije para adentro, o tal vez en voz alta porque estaba solo entre toda esa vegetación ornamental.
-Es que como nunca entra nadie, la pobre tenía cosas para hacer y no es que sea mal educada, es que nunca entra nadie a esa hora.
-Pero no te pueden echar de un museo y dentro del horario de atención- contesté indignado.
-Te vas a tener que acostumbrar, la vida acá no tiene las mismas reglas que en la ciudad.
-Si evidentemente- diije moviendo la cabeza, o lo soñé, porque estaba cabeceando entredormido por el cansancio del viaje.
El viaje en tren desde Buenos Aires duraba de 10 a 12 horas cuando todo andaba bien, pero llegué a estar 20 horas en esas latas que se descomponían a mitad de camino con más frecuencia que la tolerable. Tardaba tanto porque paraba en todos los pueblos y al menos los primeros viajes eran interesantes por todo lo nuevo que se veía. Además la vista de un pueblo desde el tren es diferente a todas, porque normalmente, la estación está detrás del pueblo y nunca viajando en auto se va a ver igual.
Me puse de pie, me desperecé un poco y salí caminando, dejando detrás al banco de piedra  que quedaba oculto detrás de los rosales.
Las calles del centro tenían asfalto pero ninguna más de 7 u 8 cuadras donde comenzaban a ser de tierra. Pero no era tierra como la que estaba acostumbrado a ver en la ciudad porteña, era arena o una mezcla entre tierra y arena fina que le dan a los caminos un color claro. El mismo color con el que terminan los zapatos después de caminar unos metros.
Aunque era muy temprano, algunos vecinos barriendo la vereda o comerciantes abriendo sus negocios se comenzaban a ver.
-Buen día- me dijo un vecino mientras barría- Linda mañana, no?
-Si- contesté extrañado, porque al hombre no lo conocía, pero me hablaba como si así fuera.
Seguí caminando mientras pensaba de dónde me conocía , porque en la ciudad uno solamente saluda a los conocidos, de otra forma pasaría el día saludando a los millones que uno se cruza.
-Hola, buen día- me dijo una hermosa mujer que salió a barrer en el preciso instante en que yo pasaba. Creo que no se acordaba que tenía la escoba en la mano.
-Hola- dije, menos extrañado que antes.
Así recorrí el camino hasta mi destino, entendiendo a qué se referían cuando hablaban de la hospitalidad del pueblerino.
La vida me llevó a radicarme en Salliqueló y aunque nunca más volví al museo, la plaza, como en todo pueblo, es el punto de reunión para dar una vuelta el domingo, para noviar, los que tienen esa suerte o simplemente para cortar camino en lugar de rodearla, cuando uno anda por ahí.
Después de algunos años, paseando con mi mujer por los caminos de la plaza recordaba aquella anécdota del museo.
-No se quién era la vieja del museo porque nunca más la vi.
-La tenés que haber visto cientos de veces, porque es la madre de Daniel - dijo mi mujer que siempre tiene razón.
-No me digas- respondí asombrado- yo la recuerdo más vieja.
-Será de la bronca que te dio, pero ella siempre trabajó en el museo hasta que se jubiló hace unos años.
- Espero no haberle contado nunca la historia a Daniel, porque soy un especialista en meter la pata.
-Vamos a sentarnos ahí- dijo mi mujer mientras señalaba un banco con las maderas nuevas o barnizadas muy recientemente.
-No, vamos al banco de piedra donde me senté esa vez- le dije mientras intentaba ver por sobre las plantas para ubicarlo.
-¿Qué banco de piedra?
-En uno de los caminitos internos hay un banco que es de piedra, no como estos.
-Lo habrás soñado, porque todos los bancos son iguales- dijo ella con la seguridad que la caracteriza.
-No, te digo que hay uno de piedra, pasa que entre tantos caminitos uno se pierde, pero vamos a buscarlo vas a ver.
Caminamos por todos los senderos internos y nunca lo encontramos.
-Lo habrán sacado- dije yo- es una pena.
-La verdad es que yo no recuerdo haber visto nunca ese banco que decís, te habrá parecido.
- Puede ser- dije muy poco convencido- pero estoy seguro que me senté en ese banco.
Algunos años más tarde, me contrataron para trabajar con el sistema informático y de comunicaciones del nuevo museo. Después de haber dejado de pasar el tren de pasajeros por esta zona, lo que antes era el edificio de la estación se restauró para mudar el museo. El trabajo fue muy simple. Instalar equipos nuevos, configurar algunas cosas y nada más, apenas dos o tres días. El último día mientras terminaba de verificar que todo funcionase bien, seguían trayendo cosas los empleados municipales y organizando todo en su lugar. 
En un momento dejan al lado del escritorio de la computadora una caja con cuadros, muy viejos para que les busquen lugar.
Sobresaliendo levemente de la caja, un cuadro donde se ve la plaza, con la forma que perdura hasta hoy, sin los grandes árboles y apenas sembrada de flores. Muy distinta pero reconocible.
En el centro sobresalían más que hoy, el mástil y su base flamante, rodeado por bancos de piedra.
Sin pensarlo demasiado tomé el cuadro y lo puse sobre el escritorio.
-¿Viste qué distinta se ve la plaza?-dijo la actual encargada del museo- parece más grande ¿no?
-Si, re pelada- le contesté sin quitar la vista de la foto color cepia.
-Debe ser de 1930 o un poco antes, porque no está fechada.
-Me llaman la atención los bancos, son de piedra.- dije tratando de disimular la intriga.
-Si, eran feos, pero desde que recuerdo siempre estuvieron los de metal y madera.
-¿No quedó ninguno de piedra? -pregunté inmediatamente.
-Que yo sepa no, nunca los vi. Y no soy ninguna nena.
No pregunté más. No podía ser. Seguí con lo mío, terminé y me fui.

Comentarios

  1. Me encantó el relato. Todo un viaje, y el banco de piedra una nave del tiempo.
    Pasé algunas veces por Saliqueló (hace ya muchos años) y tengo lindos recuerdos de mucha paz y fragancias. Sin dudas un lugar hermoso para vivir.
    Un abrazo.
    Saludos al pueblo, perdón: ciudad!

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  2. Que idea tan original, y bien llevada a cabo.

    una historia perfecta.

    un abrazo.

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  3. dondelohabredejado:
    Gracias Marina, por todo.
    Y sirvió para enterarme de que conocías el lugar.
    Beso y gracias nuevamente.

    El Gaucho Santillán:
    Le agradezco señor.
    Si supiera usted que el resultado final es producto de un error...
    Pero casi siempre me sucede, que comienzo con una historia en la cabeza y la trama se va sola para donde quiere. Seguramente es mejor así.
    Un abrazo.

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  4. Todo un misterio el banco de piedra.
    Como muchas leyendas que guardan los "Pueblos", ciudades de nuestro interior. Que por lo pronto hacen a la historia del lugar o al menos de ellas necesitan para cautivar a quien va de pasada.

    Un beso.

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  5. ¿Estás seguro de que Daniel no leyó la historia?

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  6. ja ja ja ja FBM tiene razón. Y si metiste la pata a través del blog?
    Esperemos que no...
    Besos.

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  9. Más que un relato te diría que es un cuadro en que pintaste perfectamente en mi cabeza tu lugar en el mundo.
    Algún día, si la vida me lleva por esos lares, juro que voy a tratar de comprobar la existencia de tu banco de piedra.
    No quiero ser absorbecalcetines pero le reitero, que me parece de lo mejor que le leí.Es una descripción perfecta, me falta el viajecito para corroborar si lo que imaginé coincide con estas pinceladas.

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  10. Me he sentido tan identificada!!

    Nací en un pueblo así, y volvía en las vacaciones a quedarme, haciendo pivot entre las casas de mis tíos.
    Y después volvía a la ciudad donde viviera en ese momento con mis padres -que fueron bastantes porque gitanéabamos mucho-, saludando a diestra y siniestra, y despertando miradas de sorpresa.

    ES ASÍ. La gente se saluda aunque no se conozca.
    Acá, pasamos 10 años viviendo en el mismo edificio y por ahí no decimos ni buen día en el ascensor, con el flaco del 8vo (pongale)


    Así que Salliqueló tiene su propio Stonehenge???

    Deliciosa crónica.

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  11. Es un hermoso relato. No conozco esa ciudad, conozco otras así Rosario del Tala en Entre Ríos y Firmat en Santa Fe. No me fijé en los bancos de piedra.

    Saludos.

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  12. Pues si estuvo sentado en el banco de piedra será que tiene mas edad de la que aparenta, andará por los 90 y muchos, no nos engañe mas, es un viejete picarón, jajajaja.
    Un beso

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  13. Gamar, como a mi gusto tu relato hubiera estado mejor complementado con unas fotos para ilustrarla, no me quedé con la duda y encontré una foto de la que quizá es la Plaza Principal de Saliqueló y también de la Éstación de Tren donde posiblemente llegaste, y ambas se ven bastante lindas.

    Sin embargo, la verdad es que todo lo que dices me deja un sentimiento triste, como de nostalgia. Quizá porque yo ya pasé por eso de irse a una "ciudad del interior" a vivir, donde no conoces a nadie y que indudablemente de forma constante te provoca comparaciones entre la Gran Ciudad y la nueva "ciudad" que en lo futuro servirá de hogar. No me agradan mucho los museos abandonados ni los empleados poco atentos. Creo que soy partidaria del bullicio aunque a veces también sea su víctima.

    Bueno, pero es un relato que nos habla de ti y eso es lo valioso.

    Por otra parte, la imagen acuática que recién pusiste es todavía mucho más bonita que la anterior ¡felicidades! ¿es tu acuario? de ser así, es sorprendente lo hermoso que es y lo bien cuidado que lo tienes.

    ¡Abrazo!

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  14. Lástima que este bello relato no vaya acompañado de alguna imagen de ese bello lugar...
    Un abrzo

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  15. Finalmente, el banco se deja ver a quien sabe que lo va a apreciar.... será un fantasma, o no, pero ahi sigue estando.
    Me encantó la descripción de la plaza, y la vida de un pueblo(perdón, ciudad!)...uno pierde la noción de esas pequeñas cosas, acá en la gran ciudad las perdemos de vista, las hacemos invisibles.

    Muy bueno!
    un beso

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  16. Me queda una sensación de viaje en el tiempo y el espacio. Si no fuera porque veo que algun lector por aquí conoce Salliqueló (y porque la curiosidad me ha movido a buscar algo más en internet) hubiera dicho que nos habia relatado su particular viaje a Ganímedes.

    Pero ese banco de piedra... hay que localizarlo. ¡Sé que está allí!

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  17. Hermosa historia.
    Sabe una cosa? No me va a creer pero es la pura verdad.
    Antes de ayer, estaba buscando una canción en Internet que se llama "Small Town" de John Mellencamp que me encanta y tipié mal. En vez de poner "Small" puse "Sall" y el autorelleno del campo de búsqueda de Google me tiró como primera opción Salliqueló, cosa que me sorprendió muchísimo.
    Yo ya sabía que usted vive allí y en cierta oportunidad ya había entrado al sitio del pueblo o ciudad pero volví a hacerlo y me quedé colgado mirando la plaza.
    Tiene una animación de un pájaro dando vueltas y unas nubes que pasan.
    Me preguntaba cómo sería su vida y si su local estaría cerca de la plaza.
    En fin, no me haga caso, sólo soñaba un poco e imaginaba que un día y sin que usted lo supiera yo iba a su pueblo y pasaba por su negocio a saludarlo...
    Abrazo!

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  18. ¡Yo también quiero pasar por su negocio a saludarlo! :)

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  19. Me ha gustado mucho el relato, Gamar. Lo encuentro muy bien hilvanado, te mantiene con la intriga del banco de piedra hasta el final. Y el último giro (cuando de repente piensas "claro ¡la foto antigua!".. pero resulta que nooooooop) me parece magnífico.

    Tampoco es malo el final que propone una lectora más arriba.. que seas un viejete pícaro de 90 años, jaja

    Cuentas también muy bien la parte buena de la vida en los pueblos..

    Finalmente, muchísimas gracias a Myriam (¡qué lectora más atenta y competente que tienes!) por las fotos que ha vinculado en su comentario. Realmente el lugar parece tan agradable como se deduce de tu relato.

    Un abrazo

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  20. Cecy:
    Es cierto, cada lugar tiene que tener algo en que basar su marketing y si no tenemos nada, al menos inventemos una historia.
    Beso

    FBM:
    Mmm. No, no estoy seguro. Tampoco estoy seguro que algo de esto sea cierto.
    Existir existe, porque si está en mi cabeza existe, pero no se si será real.

    dondelohabredejado:
    Casi nadie que me conozca sabe del blog.
    Aunque ahora que lo pienso, el que busque Salliqueló tendrá un enlace hasta acá.
    Estoy preocupado.

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  21. Gla:
    Muchas gracias por su colaboración como correctora y por sus conceptos. Exagerados sin duda.
    Y si viene, tomamos unos mates eligiendo de mi jardín la hierba que más le guste para aromatizarlo.
    Gracias de nuevo.

    Jazmin:
    ¿Así que usted es pueblerina?
    Me gustan las chicas de pueblo. ¿le dije?
    Gracias y besos.

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  22. Mariela Torres:
    Se parecen casi todos, pero siempre hay algo que los distingue.
    Acá hay varios en las cercanías, pero aunque le tapen los ojos a uno y lo suelten en una calle cualquiera sin decirle donde está, lo reconocería enseguida.
    Gracias y saludos.

    Gatadeangora:
    Yo sabía que no podía durar mucho mi secreto.
    Beso

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  23. ¿Quién le dice que tal vez algún día concretemos esa mateada?
    Nada de gracias por las correcciones, ya le enviaré mis honorarios.... Y lo de exagerada está de más, no se haga el modesto que es muy bueno haciendo descripciones, y sino, mire el resto de los comentarios....

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  24. Myriam:
    Te contrataría como secretaria. Las fotos son correctas, aunque no le hacen buen mérito. Voy a intentar sacar unas yo mismo y ponerlas en la entrada. Gracias por el aporte.
    Y no, ese no es mi acuario. Son fotos de los acuarios ganadores de un concurso de un tipo especial de acuarios denominados holandeses, en los que lo principal es la vegetación y la estética. Los peces son simplemente para dar color y cerrar el ciclo biológico.
    Y hay algo en lo que no concordamos, aborrezco el bullicio. Quiero paz y tranquilidad.
    Besos y muchas gracias

    Luis Antonio:
    Prometo poner imágenes propias. Es que lo publiqué a las apuradas antes de salir de viaje, pero este fin de semana la actualizo con fotos.
    Un abrazo

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  25. nadasepierde:
    Como se dice muchas veces. Lo invisible es esencial a los ojos.
    ¿O no era así?
    Muchas gracias.
    Beso.

    JuanRa Diablo:
    Si, que algo en el relato sea real confunde al lector. No se si eso es bueno o malo.
    Igualmente nunca crea en lo que lee. Menos lo que lee acá.
    Un abrazo.

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  26. Carugo:
    Cosas que evidencian el cambio al que nos enfrenta la tecnología.
    Una vez, hace más de 20 años vi en un boliche una rubiecita muy bonita, me acerqué con el vaso en la mano y durante la charla me dijo de donde era.
    Hasta que no viajé a esa ciudad que me nombró no tuve la menor ideal de dónde quedaba ni como sería ese lugar, hasta el momento desconocido para mi.
    Hoy es cuestión de segundos.
    Estoy a unas 3 o 4 cuadras de la plaza, acá todo es cerca.
    Tengo un casette de John Mellencamp, un maestro.
    Saludos señor.

    Myriam:
    Serán bienvenidos si pasan a saludar y si me avisan con tiempo los espero con un asado.
    Beso

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  27. Víctor:
    Me alegro que te agradara leerlo.
    Ya le decía a Myriam, que voy a contratarla como asistente de ilustraciones del blog. Es la segunda entrada que ella ilustra.

    Gla:
    Ya son 3 los que quieren venir, pueden armar un tour.

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  28. Conmigo cuatro los que querríamos ir.
    Yo llegaría más cansado, eso sí

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  29. Que historia tan mágica... Me gusta como fuiste contando todo, lo hiciste simple y entendible.
    Me gustó mucho tu relato!

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  30. Deliciosa descripción de una pequeña ciudad. Si cruzo el atlántico hacia esos lares, prometo no quedarme en Buenos Aires...Coincido contigo en que hay que conocer la Argentina real, las pequeñas ciudades y pueblos donde la gente se saluda como si se conociera. Ahí se concreta el "alma" de la gente...y de un pueblo.
    Buscaré esa pequeña ciudad para ubicarla en el mapa, me despertaste la curiosidad.
    Saludos!!!

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  31. JuanRa Diablo:
    Lugar hay y si vienen pronto, tengo un lechón que me regalaron que podemos hacer al asador.

    Carla Kowalski:
    Bienvenida y me alegra que te gustara, porque en realidad no pensé nunca en como hacerlo, simplemente sale así.
    Espero que vuelvas.
    Saludos

    Con tinta violeta:
    Bienvenida también. Buenos Aires tiene lo suyo, pero no se pueden comparar las bellezas del interior con una ciudad.
    Busque, busque, que aunque hay poco, algo va a encontrar.
    Saludos y gracias por pasar.

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  32. Y es de verdad verdadera o te lo inventaste todo?

    Tuvo wena la historia!

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  33. Es verdad los pueblitos, perdón ciudades, tienen ese no sé que que que sé yo. Son especiales. A veces pienso que me gustaría largar todo e irme a vivir bien lejos pero la verdad es que me gusta mucho mi barrio (bonaerense) y pasear por la ciudad, a pesar que Macri se obstine en asfaltarla y otras delicias.

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  34. Entramos en la semana de navidad...

    Que tengas a partir de ahora, los mejores momentos, las mejores fiestas, todo lo mejor te deseo junto a los tuyos... miles de besotes .. muakkssssss

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  35. NINA:
    Como en todo lo que escribo hay algo personal y algo de vuelo.
    Pero todo existe, al menos en mi realidad.
    Gracias.
    Baci

    Nick:
    También me gusta mi barrio porteño, pero ya no me agrada la fauna que prosperó ahí. Por lo tanto...
    Saludos

    Balovega:
    Hace mucho que no nos leemos.
    Gracias por tus deseos y espero que también lo pases bien.
    Beso.

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  36. disancor:
    Esta es una de las veces en que la palabra bienvenido me quedó más chica.
    Desde hace algunas horas estoy leyendo su blog y más que nunca puedo estar seguro de lo diferente que será la vida de cada uno al leernos y podernos sentir cerca de personas tan distantes, en todo sentido.
    No lo conocí por su comentario en este blog, sino en otro y verlo pasar por acá me alegró mucho.
    Un abrazo y nos seguimos leyendo.

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  37. sisi, coincidimos en lo de la fauna, por eso me refugio todas las noches en mi cueva de Ituzaingó :)

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